A veces
las palabras no están, uno las busca afanoso, muchas se ocultan caprichosas en
una vieja canción, sin embargo saben que inevitablemente serán descubiertas
porque fuimos esa canción, otras corren veloces, no quieren ser alcanzadas para
no quedar en evidencia de que son respuesta más que pregunta, hay algunas muy
cubiertas de polvo, con forma de rencor, agazapadas detrás de ese muro que el
tiempo construyó, entonces, cuando crece la desesperación al ver las letras del
teclado yacer indiferentes, uno se subleva, cambia teclas por pluma, moja a
esta en la sangre fluente de todas las heridas aún abiertas, ahí si brotan
ellas, robusta esperanza, horizonte visible, mostrando cómo aquella canción
tuvo sentido, perdiendo el miedo a ser respuesta, soplando el polvo, endulzando
rencores y uno puede empezar a tallar sobre su propia piel el comienzo de la
historia que falta, la que todavía está por escribirse...
Soy un heterónimo, algo así como un río, unas veces confluente y otras afluente, pero siempre en busca de la desembocadura.
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